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La semana anterior ha sido complicada. Vivir en un hogar disfuncional mientras continúan las restricciones en el ámbito universitario en mi ciudad es extremadamente desafiante. Antes tenía una rutina establecida para mis clases, y para estudiar en casa, y tenía horarios más estrictos que me ayudaban a organizarme y me permitían estar lejos de casa. De esa forma me sentía mejor, incluso viviendo con trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de estrés postraumático. Pero ahora, mi salud mental continúa siendo un reto constante, y además debo estar más tiempo en un hogar que no me permite crecer ni expresarme. Y esto porque las clases presenciales no han retornado. Es gracioso que haya personas que crean que mi vida es perfecta, que me admiran por los bienes de mi familia, por mis modales e inteligencia, o porque les parece que tengo éxito en todo lo que hago. No tienen ni idea del precio que pago emocionalmente, o de lo dura y solitaria que ha sido mi niñez. No saben las heridas emocionales que tengo, ni lo mucho que me han exigido mis padres para que sea lo más cercano a la "perfección". No tienen idea de lo que sufro porque sé que mis padres me consideran débil y enfermiza, y sé que son dos cosas que ellos nunca van a aceptar. Ellos, que han sido criados en ambientes infernales y que a pesar de ello, son muy fuertes, emocional y físicamente, engendraron a una hija que no es como se la imaginaron. Me aman, por supuesto, pero sé que hay muchas cosas que no aceptan sobre mí y no son cosas que puedo cambiar, como mi identidad de género, mi orientación sexual, mi salud, mis ideologías y mi sensibilidad. Yo lo entiendo y ojalá algún día ellos también lo hagan.
November 12, 2021